jueves, 8 de agosto de 2013

Arquitectura: Orgullosos de nuestras bibliotecas

♦ En base a un artículo sobre el mobiliario de edificios públicos, Daniel Gil se explaya sobre la arquitectura bibliotecaria.
Bauen / España
12/07/2013
     En medio del panorama desolador que nos rodea, un ambiente de regresión e involución social y cultural, vale la pena leer artículos clarificadores, directos, sobre aquello que es realmente prioritario e indispensable. El bien común. Es el caso de un artículo de Josep Maria Montaner publicado en El País, en que contrapone la arquitectura de vitrina, vistosa y exhuberante, y sobretodo, carísima y de escasa utilidad.
Que una parte del volumen de un edificio público flote en el aire, sin apoyos, puede ser estéticamente atractivo, pero funcional y constructivamente es discutible y tiene su coste económico.
     Un coste económico desproporcionada, y por desgracia, muchas veces sin un retorno social que haya justificado esa inversión. No obstante eso, para Montaner hay una tipología de edificio público del cual hay que estar orgullosos: la biblioteca.
Cuando, en realidad, tenemos muchas obras para estar orgullosos de políticos y arquitectos: la red de 38 bibliotecas en Barcelona y más de 200 en la provincia, un auténtico éxito popular para fomentar la lectura y la cultura; los 40 interiores de manzana ajardinados y públicos, que fue rehaciendo el desaparecido Pro-Eixample; la política de centros cívicos y mercados municipales remodelados; los magníficos espacios públicos realizados por toda Cataluña; hasta llegar nuestra destacada tradición de pensamiento urbano. Una biblioteca cuesta unos cuatro millones de euros, similar a lo que cuesta construir de 40 a 60 viviendas en un edificio colectivo o rehabilitar entre 80 y 120. Calculen ahora cuántas viviendas, bibliotecas o equipamientos de proximidad se pueden hacer o rehabilitar con el dinero despilfarrado en los dos edificios citados. Por lo tanto, cuando nos manifestemos a favor de la arquitectura, dejemos claro cuál es la que defendemos y cuál la que criticamos; no vayamos a confundirnos y a confundir.
     Seguramente las bibliotecas sean el edificio público y social más rendible en términos de coste/inversión. Por sólo unos 4 millones de euros, se consigue un retorno en términos de uso enorme. Son edificios llenos de vida y de personas, dónde se hacen cosas, se desarrollan actividades y se fomenta (y se mantiene) la cultura y el conocimiento. Son indispensables, y su éxito ciudadano es la principal prueba. Para cualquier ayuntamiento tener una biblioteca (o una red de bibliotecas), debería de representar un motivo de prestigio y de orgullo. Vitalizan y generan flujos comunicativos nuevos que hacen ciudad. Exactamente lo contrario a aquello que generan los barrios desiertos de promociones inmobiliarias sin compradores. 
     No hubieran hecho falta tantísimos pisos nuevos, y seguro que con más bibliotecas (y edificios públicos de proximidad) las cosas quizás nos irían mejor. Pero claro, aquí ya entraríamos en intereses económicos; y aquí la biblioteca si que no interesa.
♦ MI OPINIÓN
     No hay manera de que yo sea imparcial sobre este artículo. Amo la arquitectura de las bibliotecas, me parece que son los edificios que mejor combinan la funcionalidad con la estética. Las bibliotecas están hechas para maravillarte y recibirte, y soy defensora de qué una vez que un espacio se convierte en biblioteca cambia su esencia.
     Siempre que entro a una biblioteca siento que cambia el aire, la atmósfera. Será por eso que decidí vivir en ellas (y de ellas)


Fuente: Bauen Blog

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