jueves, 15 de noviembre de 2012

Lingüística: La extinción menos pensada

♦ Como ocurre con las especies animales, los signos de puntuación también nacen, viven y mueren. ¿Las nuevas tecnologías impulsan la desaparición del “¿” y el “¡”?
Revista Ñ / Argentina
15/11/12

          Como el sonido lejano de la alarma de un auto, el dato se repite tantas veces que ya se volvió invisible. Olvidamos que está ahí: cada día se extinguen unas 150 especies de animales en el mundo. Según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, el 41% de los anfibios, un 33% de los corales, un 25% de los mamíferos y un 13% de las aves están en rumbo directo a decirle adiós, y para siempre, a la Tierra. El orangután de Sumatra, el leopardo de las nieves y la tortuga baula se encuentran a punto de transformarse en simples figuritas del álbum de los recuerdos de la naturaleza. Y no sería nada extraño si, dentro de un par de décadas, el gorila de montaña, el atún rojo y el rinoceronte de Java fueran confundidos con el hipogrifo, el Odradek y demás ejemplares de El libro de los seres imaginarios borgiano.

          El golpe –ecológico, ético, biológico–, claro, es fuerte. Pero eso no implica que sea el único. Las especies de animales no son las únicas que se extinguen. Se extinguen, también, las lenguas: de los 6.809 idiomas que se supone hay en el planeta, desaparece uno cada 15 días, sin contar con que en la Argentina ya se esfumaron el atacameño, el ona, el gününa küne y el vilela. Y, por si fuera poco, se extinguen también los símbolos. Y entre ellos, aunque parezcan eternos e intocables, aquellos de un gremio especial: los signos de puntuación, aquellos semáforos de la lengua que ayudan a que no nos tropecemos ni atragantemos con las palabras.

Algunos, incluso, desaparecen sin que muchos supieran siquiera que alguna vez estuvieron ahí, listos para ser usados. Por ejemplo, uno llamado “interrobang”. Indicador de sorpresa, algo así como “?!” –del “¿¡en serio!?”– pero fusionados en el mismo símbolo, fue inventado en los sesenta por el publicista neoyorquino Martin Spekter. Arañó la fama cuando se coló entre las teclas de las máquinas de escribir Remington en 1968 pero no tardó en hundirse en el olvido.

Algo similar ocurrió con otro signo no menos curioso llamado “snark”, una especie de signo de interrogación invertido, como reflejado en un espejo, ideado en el siglo XVI por el impresor inglés Henry Denham como mecanismo para advertirle al lector que una pregunta era retórica. El snark, sin embargo, sufrió en carne propia la indiferencia y nunca fue comprendido ni utilizado masivamente por entonces, cuando la imprenta daba sus primeros pasos y los nuevos lectores –que lentamente se acostumbraban a leer en silencio– imploraban el establecimiento de una puntuación estándar, aquella que recién comenzó a tomar forma en 1566 cuando el impresor italiano Aldo Manuzio publicó el primer libro de normas de puntuación, su Orlhographiae Ratio (Sistema de ortografía), que incluía el punto, la coma, los dos puntos y el punto y coma.

          En realidad, Manuzio no fue un pionero gramatical: al primero que se le habían ocurrido estos indicadores fue a Aristófanes de Bizancio –uno de los grandes bibliotecarios de Alejandría– en el año 200 para combatir lo que desde los antiguos textos griegos y por varios siglos después se conoció como scriptio continua , la costumbre de escribir ininterrumpidamente en mayúscula, sin espacio y sin puntuación. Una verdadera tortura para el lector.

          Pero volviendo al snark, como varios signos que nunca llegaremos a conocer o a utilizar, su vida fue fugaz, pese a que en 1899 tuvo una segunda oportunidad al ser resucitado por el poeta francés Alcanter de Brahm como señal de sarcasmo o de ironía.

          Y así llegamos a nuestros días, tiempos tan globalizados como acelerados, en los que los signos de puntuación no dejan de nacer, vivir y, también, morir. Los símbolos, se sabe, no mueren de causas naturales. Se extinguen cuando los carteles publicitarios cargados de errores y omisiones se vuelven la norma y no la excepción. Se esfuman cuando el escribiente –en chats y mensajes de texto– les suelta la mano y pierde su fe en ellos, cuando comprende en un arrebato silencioso de rebeldía gramatical que puede vivir su vida sin ellos. Y también cuando las profesoras de castellano tiran la toalla y se cansan de marcar en un examen –con birome roja o a lo sumo verde– su ausencia.

          Así podría pensarse una “lista roja” de signos de puntuación amenazados encabezada en estos momentos por dos signos que coquetean con la extinción: los signos de interrogación y exclamación de apertura –“¿” y “¡”–, exclusivos del español. En el caso del “¿” fue introducido por decreto recién en 1754 en la segunda edición de La ortografía de la Real Academia Española para indicar bien desde el comienzo que se trataba de una pregunta. La adopción no fue de un día al otro: tardó casi un siglo en colarse en los libros y siempre hubo rebeldes que se negaron a usarlo como el poeta chileno Pablo Neruda.

          La biografía de su compañero de oración, el “?”, es curiosa: un investigador de la Universidad de Cambridge llamado Chip Coakley halló recientemente la versión más antigua de este símbolo –conocida como zagwa elaya – en un manuscrito siríaco, un dialecto del arameo, la principal lengua literaria de Medio Oriente entre los siglos III y VIII: consiste en dos puntos, uno encima del otro.

          Aún así, ahí no nació la costumbre de indicar textualmente una pregunta. En forma independiente, distintos signos de interrogación surgieron en todo el mundo: los griegos utilizaban el punto y coma; los egipcios, los tres puntos; los armenios usan una especie de círculo abierto que se ubica entre la última y la penúltima letra de la palabra de la pregunta. Y durante la Edad Media los escribas indicaban el carácter interrogativo de una oración al poner la palabra quaestio al final de la frase. La tediosa tarea de escribir un libro a mano hizo que los copistas abreviaran esta palabra: primero se convirtió en “qo” y luego comenzaron a colocar la “q” arriba de la “o”. No tardó mucho para que la “q” mutase en un garabato y la “o” en un punto. El llamado punctus interrogativus había llegado para quedarse aunque recién en el siglo XVIII adoptó la forma actual que conocemos y usamos.

          Y ahora, su compañero de oración –“¿”– y su pariente exclamativo –“¡”– se volvieron intermitentes. A veces están y a veces no. Sus asesinos son la velocidad de las cosas, la aceleración del saludo por el celular, el mensaje de “feliz cumpleaños!!!” dejado en un muro de Facebook, el contagio de costumbres gramaticales inglesas, o simplemente la informalidad, aquella que impulsa en Twitter el uso de “tu” sobre el “vous” en francés entre desconocidos, el “du” sobre el “sie” en alemán, el “to” sobre el “shoma” en farsi.

          Nadie sabe exactamente cuándo sucederá ni dónde pero de un momento a otro signos como el “¿” y el “¡” morirán para convertirse en ese preciso instante en el objeto de deseo de paleolingüistas, cazadores de signos, coleccionistas de notas al pie de la historia.

          Aunque no podría decirse si esta extinción esté bien o mal. A fin de cuentas, no leemos ni escribimos como antes. En casi dos generaciones, cambiaron los soportes a una velocidad inimaginada. Y, tal vez, los signos de puntuación también evolucionen y se adapten a su nuevo medio ambiente. “O no?”.


Fuente: Revista Ñ

jueves, 1 de noviembre de 2012

Feria del Libro Antiguo de Buenos Aires

Desde el 31 de octubre y hasta este sábado, con entrada libre y gratuita.
Clarín / Argentina
01/11/2012


          Aunque existe un convenio internacional que establece que un libro es antiguo si está hecho entre 1450, fecha de la invención de la imprenta, y 1811, en realidad, entre los profesionales, se considera antiguo todo libro que tenga más de 100 años. Y los libreros anticuarios van más allá al afirmar que, en la época del e-book, “libro antiguo es el de papel”.

          Libros raros, únicos, exquisitos, además de fotografías, mapas, documentos históricos, cartas, afiches de cine y más cosas, pueden verse hasta mañana en la Feria del Libro Antiguo, que el miércoles y de la mano de la Asociación de Libreros Anticuarios de la Argentina (ALADA), se inauguró en el Salón Alfredo Bravo del Ministerio de Educación de La Nación, y que reúne a 20 librerías especializadas de la ciudad, con más de 2 mil ejemplares en total, producidos entre el siglo XV y la primera mitad del XX.

          Es el octavo año que se hace esta feria que ofrece la oportunidad de acceder a materiales que no siempre están a disposición del público general. “El 70% del público es gente del rubro”, explica Lucio Fernando Aquilanti, dueño de la librería especializada en este tipo de libros más antigua de Buenos Aires, Fernández Blanco, nacida en 1939, y Vicepresidente de ALADA, y continúa, “es fundamental, nuclea a libreros, bibliotecarios, coleccionistas, e investigadores. Pero también hay muchos curiosos: es la oportunidad perfecta para quienes no son del rubro”.

          Son muchas las atracciones de la feria, como la primera edición de Rayuela , de Julio Cortázar, fechada en 1963, algunos de los más famosos cuentos de Borges, como Examen de la obra Herbert Quain, y la versión original de La Biblioteca de Babel, o el primer libro de la Sociedad de Bibliófilos Argentinos: Facundo , de Sarmiento. Y una de los grandes atractivos de este año es un libro de 1599 , escrito por el primer cronista del Río de la Plata, el alemán Ulrik Schmidl, en el que se pueden ver, además, grabados de canibalismo . Además hay encuadernadores y fabricantes de ex libris, una entrada original de la primera muestra de la fotógrafa Grete Stern en la ciudad, allá por los años 40, o el afiche original de la película El hombre de la esquina rosada.

          Para Alberto Casares, Presidente de la Asociación, y dueño de la librería Libros Antiguos y Modernos, “La feria del libro nuevo no nos contiene, esto está concebido como una muestra del libro antiguo y también como exposición de la profesión del librero anticuario, hay todo un mundo donde se maneja el libro antiguo, raro, escaso, agotado, y mucha gente no sabe que existe o cómo llegar a él, es una gran vidriera”.

          Afirman que esperan tener unos 4.000 visitantes, igual que el año pasado, y no parecen estar preocupados por lo económico. Para Casares “no pasa por las ventas, lo importante es que se acerquen los libros a las personas y las personas a los libros, y que salgan de las librerías”.

♦AGENDA

LUGAR: Palacio Pizzurno, Montevideo 950.
CUÁNDO: 31 de octubre al 3 de noviembre
ENTRADA: libre y gratuita.

[ PLUS: Entrevista a la promotora de la Feria, Helena Olinik, disponible en: http://www.clarin.com/ciudades/Protectora-libros_0_801519906.html ]



Fuente: Diario Clarín

lunes, 8 de octubre de 2012

Historia de la bibliotecaria de Auschwitz se convierte en una novela

♦ Dita Kraus tiene 82 años y cuidaba los libros en el campo de concentración.

CooperativaCL / Chile
30/09/2012



ACERCA DE DITA KRAUS

          Su nombre es Dita Kraus y tiene 82 años. Su historia ha sido recogida por el novelista Antonio G. Iturbe en la novela "La bibliotecaria de Auschwitz", que parte de hechos reales para crear una historia de ficción en la que ella es una auténtica heroína de la cultura, encargada de la biblioteca clandestina del campo nazi.
          La bibliotecaria fue responsable de un pequeño oasis de cordura en mitad del horror de un campo de exterminio nazi, una biblioteca mínima que, si bien no ayudaba a sobrevivir, sí aportaba un resquicio de esperanza.

          Pero la Dita Kraus real asegura, en una entrevista con EFE en Praga, que no se considera como tal. "Ni fui especialmente fuerte, sólo que siempre tuve la convicción de que no iba a morir, que no acabaría en la cámara de gas", declaró al recordar su dura infancia.
          Kraus llegó a Auschwitz cuando tenía 13 años, procedente del gueto judío de Terezin, en la República Checa. "Cuando niña era responsable de los pocos libros que había allí. Era algo único que no existía en otros campos de concentración", relata.

          En realidad, de esos doce o catorce libros, sólo se acuerda de uno: "Estoy totalmente segura que allí estaba 'A short history of the World'", del novelista fantástico y filósofo británico H.G. Wells.

          Kraus se encargaba de cuidar de esos libros, "algunos sin tapas", y prestarlos a los demás niños, aunque afirma que los libros no ayudaban a sobrevivir. "No jugaban ese papel".

          Los libros en Auschwitz, recuerda esta mujer octogenaria, les llegaban de manos de un presidiario polaco que seleccionaba la literatura en checo para los niños del barracón 31, cuando los nuevos presos llegaban a la rampa de acceso y eran despojados de sus bienes.

          El paso por Auschwitz marcó para siempre a Dita. "Perdí a toda mi familia allí: mis padres y abuelos, y todos mis tíos y tías", lamentó.
          “Pienso que si uno cuenta que personas fueron enviadas a la cámara de gas, nadie se lo puede imaginar”, narra con la voz entrecortada, como si tuviera un nudo en la garganta.

          Aún hoy sufre a menudo pesadillas por lo que sucedió a uno de sus parientes: “Mi suegro pasó por eso, no supero la selección del doctor (Josef) Mengele. Y por él pienso en estas cosas. Y no es una muerte rápida”.

          “A veces me viene ese sentimiento, y me identifico con el sufrimiento que debían tener en la cámara de gas, que parecía como una ducha. Y en vez de agua, llegaba gas y empezaban a ahogarse, a gritar y a angustiarse unos por otros”, recuerda la checa.

          Y sufre hoy al ver como “esas madres sujetaban a sus hijos para que no les llegara el veneno. Esto lo experimento y creo que es una de las peores ideas que puede existir”, añade.


ACERCA DEL LIBRO


Título: La Bibliotecaria de Auschwitz
Autor: Antonio G. Iturbe
Editorial: Planeta

Sinopsis:
Sobre el fango negro de Auschwitz que todo lo engulle, Fredy Hirsch ha levantado en secreto una escuela. En un lugar donde los libros están prohibidos, la joven Dita esconde bajo su vestido los frágiles volúmenes de la biblioteca pública más pequeña, recóndita y clandestina que haya existido nunca. 

En medio del horror, Dita nos da una maravillosa lección de coraje: no se rinde y nunca pierde las ganas de vivir ni de leer porque, incluso en ese terrible campo de exterminio, «abrir un libro es como subirte a un tren que te lleva de vacaciones». 

Una emocionante novela basada en hechos reales que rescata del olvido una de las más conmovedoras historias de heroísmo cultural.

El autor

Antonio G. Iturbe

Antonio G. Iturbe (Zaragoza, 1967) lleva veinte años dedicado al periodismo cultural. Ha sido coordinador del suplemento de televisión de El Periódico, redactor de la revista de cine Fantastic Magazine y trabaja desde hace dieciséis años en la revista Qué Leer, de la que actualmente es director. Ha colaborado, entre otros medios, en las secciones de libros de «Protagonistas», Ona Catalana, ICat FM y la Cope, y en suplementos de cultura de diarios como La Vanguardia o Avui. Ha publicado las novelas Rectos torcidos y Días de sal, y es autor de la serie de libros infantiles «Los casos del Inspector Cito», traducida a cinco lenguas.





miércoles, 3 de octubre de 2012

Reseña: Artemis Fowl y su peor enemigo


♦ Título: Artemis Fowl y su peor enemigo
Título original: Artemis Fowl and the Time Paradox
Autor: Eoin Colfer
Editorial: Montena

♦ SÍNTESIS: 


          Han pasado tres años desde las últimas aventuras de Artemis y, ahora, es un chico normal. Hechas las paces con el mundo mágico y convertido en una persona respetable, solo hay algo que le preocupa: la salud de su madre que se deteriora por momentos. Según el médico, padece una rarísima enfermedad incurable y le quedan pocos días de vida. Pero Artemis guarda un as en la manga: conserva magia del mundo elemental y está convencido de que puede curar a su madre. Al no ser así, no le quedará otro remedio que pedir ayuda al mundo mágico que le asegura que el antídoto de la enfermedad de su madre está en el cerebro de un animal que el propio Artemis mató ocho años atrás. A Artemis solo le queda una posibilidad: volver ocho años atrás y recuperar el cerebro de ese animal…


 RESEÑA:

          En este sexto libro de la saga, nos encontramos con un Artemis de 15 años, tratando de vivir una vida lo más normal posible. Sólo por un detalle: su madre está enferma. Y cómo descubrirá más tarde gracias a la ayuda de las Criaturas Mágicas, no es una enfermedad normal. Deberá entonces volver a las viejas andadas, con ayuda de la siempre fiel Holly Short, para encontrar un antídoto que de hecho está perdido. 
Queda una solo solución: viajar en el tiempo a un momento donde ese antídoto todavía existía, y traerlo al presente. En este viaje descubre algo terrible: su yo del pasado era más cínico y amoral de lo que se recordaba. Luchando contra una parte de si mismo que ya le resulta inconcebible, deberá darse cuenta que a lo largo de los años su soberbia lastimó a mucha gente querida, y recuperar el antídoto mientras lucha con sus sentimientos de culpa y su recientemente adquirida madurez. 

♦ MI OPINIÓN:

          Este libro se hizo esperar muchísimo en Argentina ¡casi 3 años!, cuando el siguiente ya está disponible (y en mis manos), así que mis expectativas eran altas. Es una especie de ritual para mí esperar los libros que me parecen especiales y dignos en formato papel, por lo que me costó horrores no spoilearme nada, al menos importante.

          Debo decir que una grata sorpresa fue que apenas comenzar a leerlo, había varios pequeños chistes internos para los fanáticos de la saga. Hasta ahora, rara vez había encontrado bromas en los libros, y me parece que suma en general.

          Cuando terminé de leer el 5to libro (La cuenta atrás) creí que al haber regresado Artemis al presente siendo 3 años más joven, no iba a madurar nunca, y tendríamos muuuucho más de un nuevo Peter Pan. Por suerte, a pesar de seguir siendo un niño, debe y decide madurar, lo que nos permite verlo como un personaje casi nuevo. Es nuevo ver al pequeño e insoportable Artemis luchar contra la culpa por sus actos, descubrir que sus sentimientos por la gente en general y por Holly están mutando, y por fin caer en cuenta que siendo un delincuente perjudica muchas veces a gente inocente.

          Desilusiones: El título. El nombre original está buenísimo, ¿por qué no dejarlo? hace mucho más alusión a la trama que el elegido en español.

SPOILER [Seleccionar para leer]

          Quizás es porque ella nunca llegó a caerme bien como villana o como elfa (?), pero estoy re cansada de Opal Koboi. Por favor Eoin, no me canso de repetir, JUBILÁ A OPAL.

          El primer beso entre Artemis y Holly estuvo bastante bien resuelto. Todos sabíamos que pasaría, y el autor le dio estilo al momento. No puedo sacar de mi cabeza al Artemis pequeño pensando que él nunca besaría a una chica, y mucho menos si no es siquiera de su especie. Esa comedia le hacía falta a la saga, para desdramatizar.

FIN DEL ESPOILER





martes, 2 de octubre de 2012

Su biblioteca digital morirá con usted

♦ Apple y Amazon no permiten legar las canciones y libros adquiridos por sus clientes.
El País / Madrid
10/09/2012 - 21:18 hs.

          Toda una vida escudriñando en cubetas de tiendas de vinilos de segunda mano y clasificándolos obsesivamente en la estantería de casa acaban creando un patrimonio considerable. Hoy es un poco distinto. El obseso coleccionista, también el melómano corriente, compra rarezas, novedades y recopilaciones en tiendas digitales percutiendo el dedo índice sobre el ratón. El almacenamiento de música solo termina cuando al enfermo (reconozcámoslo, el coleccionista es carne de psicoanálisis) le sobreviene la muerte. Pero en ese interminable proceso de acopio siempre subyació un secreto anhelo de trascendencia: legar aquel tesoro a un heredero o, por qué no, a una fundación con el nombre de uno. El interesado debe saber que si la compra se ha hecho a través de la tienda de Apple, su obra magna se irá al otro barrio con él. Y lo mismo le sucederá a su biblioteca adquirida en Amazon. Usted ya no es propietario de un bien, simplemente el mero usuario de un servicio.
          Toda esta regulación, reseñada en la letra pequeña de las condiciones legales que uno acepta al comprar en el opaco mundo de las tiendas digitales, ha vuelto a generar un debate cuando el Sunday Timespublicó la noticia de que el actor Bruce Willis pensaba demandar a la empresa de la manzana por el asunto. Supuestamente, el protagonista de la Jungla de cristal llevaba gastada una fortuna en música comprada en iTunes y quería que sus tres hijas pudieran heredarla cuando él faltase. La noticia fue parcialmente desmentida por la mujer del actor en Twitter, pero para entonces el debate sobre las condiciones de las transmisiones de herencias culturales ya estaba servido.

          Uno ya no compra cosas, solo el derecho a usarlas. Algo muy estadounidense, pero de difícil asimilación en países como España. la filosofía empresarial, más allá de una protección contra la piratería al borde de la ley, no está clara. Porque Apple no da explicaciones. Ni de esto, ni de la mayoría de asuntos sobre los que se le inquiera que no tengan que ver con sus lanzamientos comerciales. "No tenemos una persona especialista que pueda hacer estos comentarios. No hacemos comentarios sobre este tipo de cosas. Yo preferiría que no. No tengo un comentario”. Paco Lara, responsable de comunicación de Apple, responde así a la pregunta sobre por qué la empresa de la que es portavoz actúa de este modo.

          Amazon solo remite, a través su agencia de comunicación, un párrafo con las condiciones legales para usuarios: “Salvo que se indique específicamente lo contrario, no podrá vender, alquilar, distribuir, emitir, otorgar sublicencias, ni de algún otro modo, asignar ningún derecho sobre el Contenido Digital o parte del mismo a terceros [...]”. Sobre por qué se aplican esas condiciones, ni palabra. Qué sucedería con nuestra biblioteca si los servidores o las propias empresas que prestan este servicio se fueran al traste, tampoco lo sabemos.

          La música o libros que compramos pertenecen a la cuenta del usuario mientras esté dada de alta. A veces pueden descargarse en otros dispositivos, pero siempre deben ir asociados a esa identidad. Amazon permite prestar los títulos adquiridos para Kindle, pero durante el periodo de tiempo que los tiene otra persona, desaparecen del dispositivo de su dueño (arrendatario). A cuya biblioteca, por cierto, dicha empresa tiene un inquietante acceso.

          En junio de 2009, la compañía vendió por error dos ediciones de 1984 y Rebelión en la Granja de George Orwell publicados por una editorial que no tenía sus derechos en EE UU. Amazon entró en los dispositivos de sus clientes, borró los libros que no debía haber vendido y les devolvió el dinero. Rápido y aséptico como un asalto nocturno. Como si la editorial entrase en casa mientras dormimos, revolviese en nuestra biblioteca y dejase un cheque sobre la mesa, como dijo The New York Times. A fin de cuentas, todo un atentado contra la propiedad privada como se entendía en aquel mundo de los objetos al que pertenecimos. Amazon se disculpó.

          “Es un desastre que otros no puedan disfrutar la biblioteca que has creado durante años. No quedará más remedio que dejar tu clave a los herederos. Pero es una barbaridad que creo que se mejorará en algún tiempo. A veces no damos la importancia que realmente tienen a estas cosas”, opina Fernando García, periodista especialista en ebooks y autor del blog Sin tinta. “El modo de distribución digital es distinto”, explica Paloma Llaneza, abogada experta en propiedad intelectual. “Son empresas con una jurisdicción diferente a la nuestra y las condiciones que firmamos están sujetas a un derecho extranjero. Internet es hoy un entorno de relaciones contractuales. El problema es que la posición negociadora de las partes no es la misma. Son conglomerados que imponen unas condiciones de prestación de servicio que decides si aceptas o no. Esto es un negocio basado en el concepto de modelo cerrado, es decir, solo podemos usarlos en sus dispositivos. Tu biblioteca está en sus servidores. Eso te hace dependiente del dispositivo y de la empresa y evitan problemas de derecho de autor. Algunos derechos de uso tienen contenido patrimonial y se pueden heredar. Pero la ley de propiedad intelectual no deja hacerlo en otros como las licencias de software”, añade Llaneza.

          Al final, el tema desemboca en el recurrente debate sobre qué sucede con nuestras cuentas (correos, redes sociales, e-tiendas…) y toda la información que albergan cuando morimos. En la mayoría de casos (Facebook, correos…), y basado en el secreto de las telecomunicaciones, los familiares pueden darlas de baja sin tener acceso al contenido. Sucedió durante la Guerra de Irak, cuando muchos quisieron entrar en el correo de algún pariente fallecido en el conflicto y las empresas se lo denegaron. A lo sumo, empresas como Facebook permiten construir una suerte de macabro memorial del fallecido, pero lógicamente cancela todas las notificaciones (como el recordatorio del cumpleaños o invitaciones a fiestas) que le llegarían si viviera.

♦ MI OPINIÓN

          Dirán que es un tema complicado, pero a mí me parece injusto. Si alguien compra un contenido, porque es lo que dicen venderte, el contenido, debería poder hacer con él lo que mejor le parezca.

          Si las compañías se defienden diciendo que no venden el contenido, sino el derecho a usarlo de sus bases, deberían de cobrarlo muchísimo más barato, porque entonces lo que estarían haciendo no sería diferente a lo que hace una biblioteca pública, prestarte las cosas mientras las necesites y ellos decidan que por algún motivo ya no podés tenerlas.

          En el caso de Amazon, deberían haber dado una serie de avisos antes de borrar los libros de las bibliotecas de sus usuarios. ¿Qué ocurre con aquellos que los compraron porque necesitaban leerlos y se encontraron a la mañana con que ya no los tenían?

          El libro de papel no se ve próximo a desaparecer, y con esas actitudes muchísimo menos. Lo que logran con estas acciones es fomentar la piratería, logrando que la gente ya no quiera arriesgarse a comprar con licencias engañosas.




Fuente: El País





martes, 25 de septiembre de 2012

El hombre que convirtió su casa en una biblioteca pública

♦ Hernando Guanlao es un hombre de 60 años que vive en Manila, Filipinas.
Desequilibros / España
20/09/2012 - 14:03 hs.

          Si sacas todos tus libros a la puerta de casa podrías esperar que desaparecieran en un momento. Pero un hombre de una barrio humilde de Manila lo intentó… y descubrió que su colección aumentaba.

          Puso los libros, apenas 100, en la puerta de su casa para ver si alguien quería pedir prestado alguno. Lo hicieron. Y a la hora de devolverlos, traían otros nuevos para añadir a la colección. Así nació la biblioteca.

          Hernando Guanlao es un hombre decidido de 60 años con una pasión: los libros. 
Conocido por el apodo de Nanie, ha creado una biblioteca informal e improvisada, en la puerta de su casa en el centro de Manila, con el propósito de contagiar a sus vecinos y compartir su pasión por la lectura.




          La idea es sencilla: los lectores pueden llevarse tantos libros como quieran, durante el tiempo que quieran. Incluso de forma permanente. Como dice Guanlao: "la única regla es que no hay reglas".

          Puede pensarse que la aventura terminaría en que todos sus libros acabarían por desaparecer.

          Pero, al contrario, en los 12 años que lleva en marcha su biblioteca -o como él la llama, su club del libro- su colección ha crecido en lugar de disminuir, a medida que recibía más y más donaciones.

          "Me parece que los libros me hablan; eso es porque cada vez hay más" dice con una sonrisa. "Los libros me dicen que quieren ser leídos; quieren circular de mano en mano".Guanlao comenzó su biblioteca en el año 2000, poco después de la muerte de sus padres. Quería honrar su memoria y se le ocurrió que la mejor forma de hacerlo era promover el hábito de lectura que él había heredado.

          "Ví mis viejos libros de texto y se decidí compartirlos públicamente".Así que puso los libros, apenas 100, en la puerta de su casa para ver si alguien quería pedir prestado alguno. Lo hicieron. Y a la hora de devolverlos, traían otros nuevos para añadir a la colección. Así nació la biblioteca.

        A día de hoy Guenlao no sabe con certeza cuántos libros tiene, pero fácilmente pueden llegar a 2000 ó 3000, apilados en estantes y cajas frente a su casa; el coche hace tiempo que fue desplazado fuera del garaje y los libros invaden hasta la escalera interior.



          La biblioteca no hace publicidad pero, de alguna forma, cada día se produce un flujo constante de personas que llegan hasta ella.

          El día que visitamos la biblioteca, algunos comerciantes se acercaron durante la hora del almuerzo; un hombre de la localidad se llevó prestado un pesado volumen de la historia del Evangelio según San Juan; y algunos escolares se llevaron varios libros de texto, aunque también me di cuenta de que se llevaban alguna revista de moda.

          La biblioteca está abierta 24 horas los 7 días de la semana. La única protección con la que cuenta son unas fundas de plástico, no por seguridad, sino para aislar los libros de la lluvia. 
No cuenta con registros ni inventarios ni procedimientos de entrega y devolución: eso solo retrasa la interacción libro-lector. Solo se da cuenta de que un libro falta por los huecos en las estanterías.

          Pero son las personas como Celine las que ayudan a mantener la biblioteca. Vive en al misma calle que Guenlao, y llegó con dos grandes bolsas de libros, algunos para devolver y otros con la intención de donarlos. Asegura que le encanta el proyecto de la biblioteca porque los filipinos, especialmente los que no son ricos, tienen un acceso muy limitado a los libros.

          "No he estado en ninguna biblioteca pública excepto en la Biblioteca Nacional de Manila, pero está tan lejos que no es posible pedir libros prestados".
El precio medio de un libro en Filipinas puede ser de unos 300 pesos (unos 6 euros); los importados, especialmente los libros para niños, pueden llegar a doblar esa cantidad.


          "Teniendo en cuenta el nivel de renta de la población, los padres tienen otras prioridades".

          Para ayudar a las comunidades más pobres de Manila, Nanie Guanlao no espera a que le encuentren; él mismo las visita con su bicicleta-libro, con una enorme cesta repleta de libros.

          Pero también se preocupa por la gente de fuera de Manila. Ha donado varias cajas de libros a un hombre que trata de poner en marcha un proyecto similar al suyo en la provincia de Bicol, a unas diez horas de coche de Manila. Y su próximo proyecto es ayudar a una amiga a poner en marcha una biblioteca en el extremo sur del país: quiere poner en marcha un barco-libro que recorra las islas de Sulu y Basilan, una zona conocida como refugio de rebeldes separatistas, lo que impide cualquier acceso a la literatura.
          Guanlao se esfuerza por popularizar el concepto de que hay poder en los libros y en la lectura. Por eso ha desarrollado un programa de capacitación y orientación en las comunidades interesadas y está en trámites de crear una organización sin animo de lucro para asegurar la continuidad del proyecto.



          Nos sentamos bajo el sol del mediodía en la puerta de casa de Nanie Guanlao, y mientras observamos cómo la gente ojea su colección, me cuenta por qué cree que vale la pena invertir todo su tiempo a mantener la biblioteca, hasta el límite de renunciar a su trabajo y vivir únicamente de sus ahorros:


          "No se les hace justicia a estos libros abandonándolos en un armario o en una caja"
"Un libro debe ser utilizado y reutilizado. Tiene vida propia, tiene un mensaje"
"Como cuidador de libros te conviertes en un hombre completo"




Fuente: BBC / Desequilibros

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Semana de las Bibliotecas Populares en Tecnópolis

♦ A partir del 23 de septiembre, bajo el lema "Festejamos la cultura"
Conabip
19/09/2012 - 12:07 hs.

Predio de Tecnópolis

En el Día de las Bibliotecas Populares y 142º aniversario de la CONABIP, comienza en Tecnópolis la “Semana de las Bibliotecas Populares”.

          La propuesta contará con diferentes actividades como: lecturas colectivas con personalidades de la cultura, shows musicales, la presencia de los bibliomóviles, juegos y hasta una muestra de fotos permanente. Compartimos a continuación el cronograma de actividades.

Día de las Bibliotecas Populares
Domingo 23 de septiembre 15 hrs.
  • Parque del Conocimiento (frente a la Nave de las Ciencias)
  • Relatos y lecturas colectivas a cargo de Juan Sasturain, Lola Berthet, Tomás Fonzi, Dario Sztajnszrajber, entre otras personalidades de la cultura.
  • Muestra fotográfica permanente.
  • Actividades para toda la familia.
  • Shows Musicales.

Semana de las Bibliotecas Populares
Lunes 24 al el 29 de septiembre de 12 a 18 hrs.
  • Parque del Conocimiento (frente a la Nave de las Ciencias)
  • Actividades con Biblomóviles de la CONABIP.
  • Espectáculos al aire libre para toda la familia.
  • Delivery de cuentos.
  • Libro de juegos.
  • Sabias que...?: historias que expanden el conocimiento.
  • Torneo de piropos y adivinanzas.
  • “Erase una vez...un libro”. Con magia, malabares y mucho humor.
  • “Susurros y susurradores”.


Fuente: Conabip

domingo, 16 de septiembre de 2012

¿Sabías qué...

♦Para todos los fans de la literatura, datos de interés que quizás no sabían:


Yvonne Craig como Batichica

  • En la serie de Batman que protagonizaba Adam West en 1966 decidió darse un giro a la trama, y se introdujo a Batichica, quien ya había aparecido en el comic varios años atrás. En la serie, la joven era la hija del Comisionado Gordon, Bárbara, quien trabajaba como... bibliotecaria en la Biblioteca Pública de Ciudad Gótica. Así es, una heroína que puede catalogar, clasificar, y patearte el trasero en una misma noche.

  • El Autor de la célebre Mafalda, Quino, comentó en varios medios extranjeros que llegó a odiar su creación, ya que veía inverosímil que una niña pequeña se hiciera constantemente tantas preguntas sobre el mundo y el futuro. En cambio, disfrutaba más dibujar a Libertad, que participaba menos y destacaba por su marcada personalidad.


  • Antes de ser publicado, Harry Potter y la Piedra Filosofal fue rechazado por más de una docena de editoriales. Hoy en día, se estima que las ganancias de J.K. Rowling gracias a la saga son a perpetuidad, lo que significa que seguirá ganando sinero después de su muerte.

  • Gabriel García Márquez nunca usa el adverbio "mente" cuando escribe. (Ej: "Él estaba locamente enamorado de ella")

  • Lewis Carroll, el autor de "Alicia en el país de las maravillas", era el mayor de 11 hermanos, todos ellos tartamudos.


Hasta acá por hoy, no estoy en casa y son las que recuerdo. 
¡Espero empiecen muy bien la semana!



Walkiria B.

martes, 11 de septiembre de 2012

Denuncia a Editorial Pelícano

 Autores publicados en su proyecto "Se busca autor" denuncian incumplimiento de contrato.
Bitácora Cultural
11/09/2012 - 20:14 hs.

      Hace apenas un rato leí en Lee.Sueña.Vuela que la Editorial Pelícano está siendo denunciada públicamente por muchos autores que publicaron sus obras a través de su proyecto "Se busca autor".

         Al parecer la editorial cerró muchos contratos que luego resultaron ser algo vagos en algunos aspectos, y directamente incumplidos en otros.

        Los autores denuncian no recibir las regalías, no saber donde están distribuidos sus libros, y lo peor, que la dirección física de la editorial en EE.UU. es falsa. Además, hacen oídos sordos a las quejas y dudas de los autores, no contestándoles los llamados telefónicos ni los mails.

      La editorial ya había realizado con anterioridad una maniobra fiscal para evadir impuestos, al cambiarse el nombre alegando que era un movimiento común siendo ellos parte de un colectivo de editoriales.

Y en: Bitácora Cultural, donde se encuentra el artículo completo de "Se busca autor... y editorial fraudulenta", detallando las experiencias de autores estafados.

 MI OPINIÓN

          Me siento francamente ofendida por esta actitud, como lectora, bibliotecaria, amante de los libros, pero sobre todo como una defensora de la propiedad intelectual. No hay derecho a especular o lucrar con algo que no te pertenece sin el debido consentimiento del dueño.

          Hay que estar muy alerta con las editoriales que prometen muchas cosas con pocos requisitos, y sobre todo cuando se es inexperto, porque muchas veces resultan ser estos turros que se abusan de la confianza que uno deposita en ellos. Este tipo de gente muchas veces logra que uno le quite mérito o desconfíe de las pequeñas editoriales, siendo que muchas la vienen remando desde el día 0 y trabajan honestamente para dar a conocer lo que ellos consideran buenas obras.







domingo, 9 de septiembre de 2012

Literatos I

♦ Clarín entrevistó a Rachel Engelman, escritora estadounidense que reside en Argentina. 

Azar y medialunas. Una jovencísima escritora estadounidense busca un lugar en el mundo que le permita trabajar medio tiempo y así dedicarse a narrar. Le hablan de Buenos Aires, ciudad de cafés y panaderías, y decide probar, sin más. ¿La sorpresa? No se escribe por tener tiempo libre sino por tener algo para relatar.

En una charla con Clarín, Rachel envía este bello texto autobiográfico, que la representa:

          Vine a Buenos Aires no porque tuviera un deseo particular con respecto al país propiamente dicho sino porque buscaba un lugar tranquilo para escribir. No tenía grandes expectativas con la ciudad, y sabía muy poco de su cultura o su política. Eran cosas que no consideraba demasiado importantes. Podría haber elegido como ciudad Madrid, Hong Kong o Venecia . Acababa de terminar la universidad y lo único que quería era irme a algún lugar lo suficientemente lejano como para poder escribir historias sin todas las distracciones de mi vida.

          Me recibí de licenciada en literatura en 2007 en una universidad de una ciudad pequeñita en el norte del Estado de Nueva York que parece salida de una pintura de Norman Rockwell. De ésas que tienen restaurantes anticuados ycamareras maternales que te llaman “corazón” y te llenan la taza de café una y otra vez. La gente era muy amable; las calles, muy limpias y los parques estaban llenos de patitos, pero por alguna razón, yo no quería quedarme ahí. Me resultaba un lugar demasiado pintoresco, demasiado agradable para producir narrativa verdaderamente buena. Me sentía ahogada por toda esa serenidad. Me imaginaba caminando días enteros por esas callecitas encantadoras con un cono de helado en la mano,descuidando el libro que se suponía debía estar escribiendo.

En 2007, junto a sus padres y hermanos.
          Pensé que debía irme de los Estados Unidos para poder tener un trabajo con un horario reducido y escribir. La mayoría de mis pares emigró a Brooklyn, en Nueva York, la nueva Meca de los Jóvenes con Inclinaciones Artísticas. Los barrios de Williamsburg y Bushwick se habían llenado de graduados recientes, todos artistas, fotógrafos, críticos gastronómicos y novelistas esperanzados. Les quedaba, no obstante, poco tiempo para desarrollar su arte teniendo que trabajar con horario completo para pagar los escandalosos alquileres . Yo tenía muchos amigos escritores que no escribían y amigos artistas que no hacían arte. Trabajaban, en cambio, como mozos, atendían bares. Yo me preguntaba a mí misma para qué todo eso.

          En la universidad, mis profesores me habían estimulado lo suficiente como para hacerme creer que podía ser escritora. Tenía veintidós años y la idea de una vida predecible me deprimía . Estaba convencida de que sólo quien se iba muy lejos podía encontrar el solaz indispensable para escribir bien.

          Varios otros estaban haciendo lo mismo –se mudaban a países extranjeros para cumplir vagas fantasías–. Una pareja que conocía se fue a Berlín en pos del mito de una ciudad de artistas. Otra se trasladó a París porque él había leído París es una fiesta , y quería vivir como Hemingway y Fitzgerald. Una vecina se fue a Nueva Zelanda porque había oído decir que se podía comprar un auto por cuatrocientos dólares.

         Nuestras razones eran abstractas –un mito literario o un auto barato o la promesa de arte nuevo–. Mi objetivo se podía alcanzar en cualquier parte. Después de 22 años en Estados Unidos, estaba harta del mismo ruido estadounidense. Todas las conversaciones me parecían conocidas.

          Ansiaba alienarme y perderme en una multitud de caras desconocidas. Sabía que el país que eligiera tendría su propio ruido, pero al menos sería en otro idioma. Los problemas sociales y políticos no me afectarían. Creía que podía cerrarme al mundo y escribir en paz.

          Había oído hablar bien de Buenos Aires. Después de haber pasado un año allí, una amiga describía detalles afectuosos como el olor de las panaderías al amanecer. Decía que era una buena ciudad para recorrer caminando, y me aseguró que tenía bastantes museos y teatros si alguna vez me aburría . No fue difícil convencerme. Después de todo, me mudaba allí para escribir, no para ser turista. Quizás hasta era mejor que la ciudad “no” me gustara, porque de esa manera podría leer todos los libros verdaderamente densos que venía evitando.

          Dije en casa que estaría afuera por lo menos un año. Mi abuela protestó a gritos diciendo que podía ser escritora en los Estados Unidos. Mis amigos expresaron una mezcla de desconcierto y admiración. Mi primo me preguntó dónde quedaba Argentina y si era como México. En el aeropuerto, mamá me susurró al oído: “No sientas vergüenza de volver antes. Al menos, ‘lo intentaste’”.

Ahora, Bs. As., en la librería inglesa donde dicta sus talleres.
         Llegué a Buenos Aires en el verano de 2008, y encontré un departamento en Barrio Norte. Me sorprendió no poder encontrar una habitación con argentinos auténticos –todos los departamentos online se alquilaban a extranjeros–. Me instalé, pues, con un chef colombiano, un francés estudiante de política y una chica austríaca muy linda que fumaba una cantidad tremenda de cigarrillos. La casa estaba todo el tiempo llena de visitantes y ruido, y me sentí consternada al constatar que no era tan diferente de la universidad.

          El golpe más duro fue descubrir que mi habitación carecía ostensiblemente de escritorio. El que había visto en el aviso había desaparecido cuando llegué. Durante el primer mes, acercaba mi silla a la cama y usaba el colchón como mesa. Era muy frustrante. Con lalapicera laceraba las páginas y me dolía la espalda de tanto estar inclinada. El ruido de la calle y de mi living me estaba matando. Empecé entonces mi período de caminatas largas y agotadoras.

          Las caminatas estaban destinadas principalmente a sacarme de la casa. Descubrí cosas que nunca había visto en los Estados Unidos:afiladores de cuchillos que pedaleaban para hacer girar sus discos abrasivos y ofrecían a gritos sus servicios con voces roncas. Paseadores de perros con diez animales en cada brazo. Adolescentes con uniformes que parecían delantales de laboratorio, besándose furiosamente en la calle. Fábricas de maniquíes manejadas por judíos jasídicos –me acuerdo de haber visto una tarde a un ortodoxo con las colas de su traje ondeantes, llevando una mujer de plástico desnuda debajo de cada brazo–.

          Escribí esas cosas, aunque sin escribir historias en torno de ellas. Tenía una teoría acerca de la distancia: el escritor tenía que abandonar un lugar para poder escribir bien sobre él. De lo contrario, estaba condenado al sentimentalismo.

          En todos los sitios a los que iba, me preguntaban por qué había elegido Buenos Aires. No los satisfacía escuchar “Vine a escribir”. Me preguntaban “¿ Pero por qué acá ?” Al principio, me sentía incómoda por no dar una respuesta que bastara. A veces me resultaba mejor mentir: “Vine a estudiar español”, decía como si el pretérito perfecto fuera la pasión de mi vida.

          Pasado el primer año, encontré un departamento más tranquilo. Tenía un cuadro grande de un oso polar y un escritorio blanco largo que se parecía a un iceberg. Hay un mito argentino según el cual viviendo en un país el tiempo suficiente, el idioma se absorbe por ósmosis . Naturalmente, es una gran mentira y tuve que estudiar mucho. Hubo muchos momentos humillantes en el camino: chistes mal interpretados, lunfardo mal utilizado. A menudo me sentía como una chica demasiado vieja y demasiado alta aprendiendo a patinar sobre hielo.

          Con el tiempo, empezaron a sucederme una serie de cosas extrañas y afortunadas. Primero, conseguí un empleo en una película de época , trabajando como acompañante de actores extranjeros. Me hice amiga de los primeros argentinos y mi idioma mejoró.

          Aceptaba el trabajo que fuera para pagar el alquiler. Vendí libros en la calle en Palermo, organicé un ciclo de cine en mi terraza, donde vendía budín y vino. Di clases de inglés a ejecutivos ricos, esposas aburridas ysobreexigidos chicos de 15 años obligados a aprender los sonetos de Shakespeare.

          Después de un tiempo, empecé a organizar talleres de literatura y escritura en una pequeña librería inglesa en San Telmo, llamada Walrus Books. Me agrada pensar que es el equivalente de Shakespeare & Co. en París: un refugio de bellos libros usados y viejas alfombras rojas y el fondo de Billie Holiday cantando bajito. Mis alumnos eran argentinos y estadounidenses y británicos y brasileños y yo les enseñaba a J.D. Salinger y Flannery O’Connor. El lugar era, y es, para mí un santuario en un país extranjero.

          Durante todo ese tiempo, escribí mis relatos. Escribía lentamente, porque esa es mi manera de escribir, pero sentía que estaba llegando a algo. Por momentos, era una vida de aislamiento. La soledad tiene algo, sin embargo, que hace que la vida sea más vívida.

          Cristaliza hechos y les da dimensiones finitas como a un diamante. Todo se agudiza.

          Después de dos años en Buenos Aires, conocí a un muchacho y me enamoré. Fue la manera más contundente en que la Argentina dejó de ser un telón de fondo para convertirse en parte de mi vida. Me presentaron a una familia: eran graciosos y teatrales , y ofrecían cenas ruidosas y animadas que parecían salidas de una película de Fellini. Yo no estaba acostumbrada a los apodos –me presentaron a la hermana de mi novio como “la gorda” y al hermano, como “el enano”–. Un fuerte impacto para una estadounidense.

         El mes pasado fui a cenar a la casa de mi novio. Tuvimos una gran fiesta y quedaron muchas botellas de vino sobre la mesa. El más joven de los hermanos se levantó con torpeza al final de la noche y empezó a cantar un tango aguardentoso. Al comienzo, todos se rieron. Estaba imitando a un cantor viejo y ciego, y sacudía las manos y temblaba al cantar. Después de un momento, su voz no obstante se alisó y se volvió suave y melodiosa. Empezó a cantar en serio y dejamos de reírnos. Esa era la música de su infancia. Miré hacia la mesa y observé cómo su abuela movía los labios siguiendo la letra. Y allí estaba yo, en medio de una familia argentina, la extranjera entre ellos, entonando con todos Canta pajarito .

        Fue entonces cuando me di cuenta. Con expectativas mínimas respecto de Argentina, había terminado en la cuna de una familia. No es posible apartarse de la vida para escribir sobre ella. La vida inevitablemente se entremete. Me había obsesionado tanto con el acto de escribir que intentaba dejar de vivir. No hay un lugar idílico que continúe siendo siempre un telón de fondo. Estando el tiempo suficiente, todo lugar adquiere la dimensión de un hogar. Mi teoría sobre la distancia se desmoronó . Mis historias están cambiando y están subiéndose a ellas los personajes de Buenos Aires.

          En esa cena, pensé: tal vez no necesites silencio para escribir. Tal veznecesites ruido . Una familia es ruido y el amor es ruido y el trabajo y los amigos son ruido. Ahora me encuentro en el medio de este caos y mi vida está inundada de historias.

♦ MI OPINIÓN

          Quise reproducir en primer lugar esta entrevista, porque me parece muy importante recordarles a todos los escritores, y a todos los que desean serlo, que no deben copiar las experiencias escritoras de los demás para tener éxito.

          No deben ir a escribir a un café durante 10 horas diarias sólo porque Rowling lo hacía, o vivir en el caos porque le funcionaba a Fogwill. Cada persona es única, y por eso es importante encontrar tu lugar en el mundo, y tu forma de fluir, en la vida y la literatura.

          El caso de Rachel me parece casi poético, y me deja pensando en todas esas cosas que nosotros no apreciamos y enamora a los extranjeros de nuestro país.



Fuente: Clarín.com

¡Inaugurando nueva sección!

♦ Literatos, sección de experiencias propias y tomadas de diversos medios con el mundo de la literatura.


       Desde hace un tiempo, y por cuestiones de estudio, suelo asistir a eventos en los que me encuentro a escritores, bibliotecólogos, críticos literarios, correctores, editores. Y por experiencia propia puedo decir que en su gran mayoría son personas simpatíquimas y abiertas a charlar.

      Ahora que finalmente abrí el blog, me parece interesante publicar algunas de esas charlas, y en algunos casos entrevistas, que voy viviendo. 

    También transcribiré esas grandes joyas que salen publicadas en revistas literarias y muchas veces pasan desapercibidas, porque claro, no todas esas revistas están hechas para leer el domingo a la mañana con el café.

    Espero que con el tiempo esta sección vaya tomando forma, y que los lectores y protagonistas lo disfruten tanto como yo recopilando sus historias.

¡Nos leemos pronto!





Walkiria B.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Septiembre: Mes de las Bibliotecas Populares


Septiembre es el mes de festejo de las Bibliotecas Populares
CONABIP
08/09/2012 - 9:34

        Para celebrarlo, y nucleando esfuerzos con la CONABIP, bibliotecas de todo el país realizarán diversas actividades, de acuerdo a sus recursos y posibilidades, durante todo el mes.

Acerca de la CONABIP

       "La Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP) es el organismo dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación que fomenta el fortalecimiento de las bibliotecas populares en tanto organizaciones de la sociedad civil e impulsa su valoración pública como espacios físicos y sociales relevantes para el desarrollo comunitario y la construcción de ciudadanía.

       Su función es orientar y ejecutar la política gubernamental, a través de un modelo de gestión asociado que favorezca la consolidación del carácter autónomo de este movimiento social único conformado por casi 2 000 bibliotecas y 30 000 voluntarios que, a lo largo y a lo ancho del país, despliegan sus acciones desde hace más de 141 años."
CONABIP - Institucional

Cronograma de actividades [Click en el título]

♦ MI OPINIÓN


       Creo que no hace falta que diga nada, dado que trabajo para ese lado oscuro que son las Bibliotecas Públicas. Los que puedan, visiten tantas biblios como puedan, porque todas están haciendo cosas hermosas, y gratuitas.

        Una buena opción para hacer algo diferente, y acercar a los chicos a la lectura sin que se den cuenta. Así como CONABIP nos mantiene unidos como institución, nosotros debemos unir a los usuarios.




Fuente: CONABIP